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¿Estamos solos en el Universo? (página 2)



Partes: 1, 2

Fracción de estrellas que tienen
planetas
: Recientes descubrimientos sobre planetas
extrasolares permiten, por primera vez, realizar este cálculo;
Una de cada tres estrellas aloja, al menos, un planeta. En
consecuencia, diremos que el 33,3% de las estrellas tiene, al
menos, un planeta.

Fracción de planetas
habitables
: Un requisito imprescindible es que el rango de
temperaturas sea tal, que permita el surgimiento de vida.
Estimamos que uno de cada diez planetas albergaría estas
condiciones mínimas. Por favor no piense que estamos
considerando que las condiciones para la vida deban ser las
mismas que en la tierra,
sino que nos atenemos, estrictamente, a lo que permite la
química.
Análisis de espectros de la luz emitida por
las estrellas demuestra, irrefutablemente, que existen los mismos
elementos en todo el Universo. La
mayoría de los planetas contienen gases
sulfurosos y temperaturas tan extremas que imposibilitan su
surgimiento. En nuestro Sistema Solar,
con nueve planetas, al menos uno, el nuestro, es habitable. La
probabilidad
podría ser mayor, teniendo en cuenta algunos satélites.
En consecuencia, diremos que el 12% de los planetas son
habitables.

Fracción de planetas habitables en los que se
desarrolla vida
: Este término es realmente
difícil de estimar. Sólo disponemos de un caso
conocido, el nuestro. Siendo muy optimistas podríamos
pensar que en cada planeta que cuenta con las condiciones
necesarias para la vida, ésta surge. Sabemos que para que
la vida tenga tiempo de
desarrollarse hasta el estado
evolutivo presente aquí en la Tierra, es
necesaria una condición extra; Que la estrella viva el
tiempo suficiente. En efecto, las estrellas más masivas
que el Sol disponen
de más combustible nuclear, pero también lo
consumen a un ritmo mucho más elevado, por lo que llegan
al final de sus días en unos 500 millones de años.
En la Tierra, por otra parte, parece que la vida comenzó
hace unos 3.700 millones de años; claramente, un tiempo
mayor que la vida de algunas estrellas. Recuerde además
que nuestro Sol es de un tipo de estrella poco frecuente.
Convengamos este valor en
33,3%, es decir, en uno de cada tres planetas que cuenta con las
condiciones necesarias para la vida, ésta surge.

Fracción de planetas con vida, en los que
ésta evoluciona hacia una forma inteligente
: Es
posible que en muchos mundos, donde haya surgido vida,
ésta no logré desarrollar tecnología. Los
dinosaurios,
por ejemplo, dominaron la tierra por millones de años,
muchos más de los que la ha dominado el hombre, y
sin embargo nunca lograron evolucionar hacia una forma
inteligente. Siendo optimistas, consideraremos este valor
como de 25%. Es decir, en uno de cada cuatro planetas donde surge
la vida, esta logra desarrollar inteligencia.

Fracción de planetas con vida inteligente en los que
aparece una civilización capaz de desarrollar
tecnología suficiente para comunicarse con
otras
: En principio, nada obliga a que una
civilización inteligente necesite una tecnología
tan avanzada y capaz de enviar y recibir ondas
electromagnéticas como la que el hombre ha sido
capaz de desarrollar. Puede haber planetas en que sus habitantes
sean grandes filósofos, poetas o pintores, pero
astrónomos indiferentes que no desarrollen interés
por indagar el cosmos. Pero todo parece indicar que, tarde o
temprano, cualquier tipo de civilización da pasos hacia
una tecnología capaz de ponerla en contacto con otras.

Si nuestro planeta no hubiera tenido un cielo tan oscuro (por
ejemplo porque estuviese situado más cerca del centro de
la Galaxia), probablemente nuestra astronomía no se hubiese desarrollado tal y
como lo ha hecho. Pero no se dispone de más de un caso
para realizar estimaciones numéricas confiables. Por
tanto, y fieles a nuestro optimismo, tomaremos el valor 100%, es
decir, en cada planeta donde surge vida inteligente ésta
logra desarrollar tecnología avanzada que le permita
ponerse en contacto con otras civilizaciones del espacio.

Fracción de la vida del planeta, durante la cual
existe una civilización tecnológica
: De
nuevo retomamos el único caso que conocemos: el nuestro.
Nuestra civilización es capaz de enviar ondas al espacio
desde hace apenas unos 50 años. Sin embargo, las guerras
mundiales, la proliferación de armas tanto
nucleares como químicas, el terrorismo
organizado, nos tienen tambaleando peligrosamente en la cuerda
floja de la autodestrucción. Un intercambio nuclear
masivo, junto con su remanente radiactivo de miles de
años, podría destruir por completo nuestro planeta,
eliminado cualquier posibilidad de que surjan nuevos seres
tecnológicamente avanzados. Si la edad de la tierra se
estima en 4.600 millones de años, diremos entonces que
esta fracción es de 50 años sobre 4.600 millones.
Es decir, la fracción de tiempo que el hombre ha estado
enviando señales
al espacio como proporción de la vida total de la tierra
es de 50/(4.600 millones). Esto no excluye en lo absoluto que nos
autodestruyamos mañana.

¿Qué valor obtenemos al descontar las fracciones
anteriormente detalladas? No olvide que hemos utilizado,
deliberadamente, los  valores
más optimistas posibles. Respuesta: ¡Diez, apenas
diez civilizaciones! Resulta evidente que, al utilizar valores
promedio o pesimistas, el valor obtenido es cero.
¿Dónde quedaron entonces las cientos de miles de
civilizaciones que se supone podrían existir en nuestra
galaxia? ¡Reducidas tan sólo a un miserable
puñado de mundos!

¿Contactar una
civilización más avanzada?

Hemos encontrado el número de civilizaciones
tecnológicamente capaces de comunicarse en un momento
dado; Solo diez. Esto no necesariamente significa que sólo
hayan existido diez civilizaciones en toda la historia del Universo.
Sólo dice que, en un momento dado cualquiera, se
esperaría que hubiese diez civilizaciones, en nuestra
galaxia, tratando de comunicarse. Ahora que conocemos este
número ¿cuáles son las posibilidades reales
de que podamos contactarlos?

A partir del tamaño de nuestra Galaxia, y del
número de civilizaciones tecnológicas susceptibles
de comunicarse, deducimos la distancia promedio existente entre
dichas civilizaciones. Así, si consideramos que en la
Vía Láctea existen diez civilizaciones
tecnológicas, y están repartidas uniformemente,
entonces puede demostrase que la distancia media a la
civilización tecnológica más próxima
es de unos 27.000 años luz (ver Anexo para detalle del
cálculo). El período de vida de las
civilizaciones determinará si se puede establecer o no
comunicación entre ellas antes de que
desaparezcan. Incluso en el caso optimista, el pequeño
número de civilizaciones indica, sin lugar a dudas, que
las civilizaciones se extinguirán mucho antes de que
puedan entrar en contacto. Alguien podría argumentar que,
eventualmente, enviaríamos una misión a
las estrellas con la esperanza que, tras muchas generaciones de
viajeros, pudiéramos llegar a hacer contacto. La realidad
es, sin embargo, mucho más desalentadora, pues aún
con nuestras naves espaciales más veloces (que logran
alcanzar la increíble velocidad de
180.000 kilómetros por hora) tardaríamos unos tres
millones de años. ¿Alguien se atreve a planificar
un viaje con esta duración?

¿Y si ya estuvieran entre
nosotros?

A pesar de lo descorazonador que resultan las estimaciones
anteriores, mucha gente se rehúsa a aceptar que podamos
estar solos. Menosprecia la capacidad de los pueblos primitivos y
asegura que fueron seres extraterrestres quienes construyeron,
por ejemplo, las grandes pirámides de Egipto o los
templos mayas. La
innumerable evidencia arqueológica no deja lugar a dudas;
no sólo fueron construidos por el hombre, sino que el
proceso estuvo
plagado de fracasos previos (ver imágenes).
Yo les pregunto: ¿Acaso una civilización
tecnológicamente avanzada viajaría miles de
años luz, sólo para erigir monumentos de piedra?
Dada la tecnología espacial avanzadísima que
supuestamente deberían poseer, ¿cómo es que
algunas pirámides presentaron fallas? ¿No se
habría esperado de ellos la revelación de un
conocimiento y
avances más acabados y significativos que unos cuantos
megalitos o círculos en los campos de maíz?

Izquierda. Canteras de piedra caliza junto al Nilo,
Egipto. En ellas se han encontrado miles de cínceles y
otros utensilios utilizados por los egipcios. Derecha;
Pirámide de Sinki. Esta pirámide fue abandonada por
los egipcios por falla estructural. Todavía se puede ver,
en la parte derecha de la fotografía, la rampa utilizada para subir
los bloques de piedra, prueba de las pirámides eran
construidas de forma convencional.

Más allá de lo fútil de esta
discusión, lo concreto es
que no existe ninguna prueba irrefutable de la presencia, actual
o pasada, de seres extraterrestres de ninguna especie. De los
miles de casos y reportes de Ovnis y
supuestas abducciones, ninguna ha podido aportar evidencia que
nos lleve a concluir, irrefutablemente, que existan seres
extraterrestres. Si tan solo uno, solo uno, de los supuestos
abducidos pudiese presentar un mísero pelo de estos
supuestos seres, cuyo ADN demostrara no
corresponder con el desarrollo de
la vida en la tierra; o bien un pedazo de tela, polvo, metal o
mineral inexistentes la tierra (como Niobio o Protactinio en
configuraciones isotópicas no presentes en la tierra)
estaríamos en condiciones de aseverar, de forma
concluyente, que efectivamente pertenecen a una
civilización extraterrestre.

Pero, nada; ni una sola prueba, ni siquiera en el caso
Roswell, donde el impacto de una nave sobre la tierra
supondría miles de pistas y trozos repartidos en muchos
kilómetros a la redonda, dejando huellas imposibles de
encubrir en un lugar tan apartado. Incluso hoy deberíamos
ser capaces de detectar la radiación
o distorsión del campo magnético que
supondría la colisión de una nave espacial;
¿cómo es que una civilización tan avanzada,
capaz de atravesar potentes corrientes gravitacionales desde los
confines del espacio, comete un error tan estúpido como
estrellarse a campo abierto sobre la superficie de nuestro
insignificante planeta? Francamente no tiene sentido.

Otro aspecto curioso es el hecho de que el primer reporte
concreto de Ovnis se registrara en 1947, coincidente el inicio de
la guerra
fría. La mitología alienígena constituye un
manto de desinformación perfecto para propósitos de
espionaje a escala global, la
lucha por la carrera espacial y la supremacía armamentista
militar que enfrentó a los Estados Unidos
con la Unión Soviética durante los años de
la guerra fría. No sorprendería entonces
encontrarnos con que esos gobiernos apoyaran discreta e
indirectamente la investigación y proliferación de
estas creencias entre la población mundial como estratégica
de encubrimiento para actividades militares secretas.

Los testimonios de supuestos abducidos y la industria
cinematográfica dan cuenta de criaturas bélicas
interesadas en experimentos con
seres humanos e intenciones malévolas. Si una
civilización ha logrado superar la autodestrucción
y llegar hasta nosotros, significa que ha aprendido a vivir
consigo misma y con el universo, por lo que necesariamente ha de
ser benigna. En consecuencia, resulta ilógico pensar que
puedan estar interesados en raptar y asustar a unos pobres y
atrasados terrícolas.

También llama poderosamente la atención, que todos los reportes hablen de
seres humanoides. La vida tiene miles de formas de
presentarse y la probabilidad de que dos biologías,
surgidas en lugares distantes del espacio, tengan la misma
evolución y aspecto es, en extremo remota,
por no decir lisa y llanamente imposible. Según los
psicólogos, la respuesta podría encontrarse en la
capacidad del cerebro humano
para buscar, conciente o inconscientemente, objetos
antropomorfos. Es decir, existe una tendencia humana natural a
ver caras o personas en las cosas. Famoso es el caso de la
esfinge que los ufólogos creen ver sobre la superficie de
Marte. Sólo se necesitan combinaciones de luz y sombra
para que el sentido de correlación del cerebro llene los
detalles faltantes para dar esta ilusión. En todas estas
figuras no hay más que simples interpretaciones mentales,
tal como han demostrado las cientos de imágenes recientes
de alta resolución de la supuesta esfinge marciana.

Nuestro ferviente e irrenunciable deseo como humanidad de no
estar tan miserablemente solos en el universo es el que sustenta,
contra toda probabilidad, la existencia de seres extraterrestres
que nos visitan en Ovnis. Este anhelo, sumado a un contexto
social, político y religioso, favorece y promueve estas
creencias.  Siempre ha resultado más cómodo
depositar la suerte de nuestro mundo a seres superiores,
llámese ángeles,
extraterrestres o Dioses que intervienen en nuestra vida diaria;
preferimos abrazar el misticismo, en lugar de asumir la responsabilidad sobre nuestro destino. 

Una respuesta
desconcertante…

Que no podamos comunicarnos actualmente, no impide que podamos
recibir mensajes de otras civilizaciones pasadas, que hayan
existido en edades previas del Universo, incluso fuera de nuestra
Galaxia. Si consideramos que el Universo tiene unos 13.000
millones de años, significa entonces que debieron haber
existido civilizaciones tecnológicas antiguas que, aun
cuando se hubieren extinguido hace mucho, han de haber enviado
mensajes al espacio, capaces de llegarnos hoy. Dicho de otro
modo, se esperaría que el Universo estuviese atiborrado de
mensajes, cuyos emisores hubieran desaparecido hace millones de
años. Necesariamente deberían haber dejado huella;
indicios de sus actividades, tal como nosotros enviamos
señales de radio todos los
días al espacio, las que viajarán a las estrellas,
aun si nos autodestruyéramos mañana.
¿Cómo es entonces que el universo, incluso mucho
más allá de nuestra propia galaxia, parece
absolutamente mudo de inteligencia? Ningún indicio,
nada.

Quizás otras civilizaciones tengan formas muy distintas
de comunicarse, que no podemos entender. Aquí hay un punto
muy interesante: curiosamente, sí existe un lenguaje que
tendrán, necesariamente en común, todas las
civilizaciones tecnológicas, por diferentes que
éstas sean: este lenguaje es la ciencia y
la matemática. Nuestras observaciones
astronómicas confirman la validez de las leyes de la
física en
todo el Universo y que las fuerzas gravitacionales esperables
según la teoría,
son corroborarles en cualquier lugar. Un mensaje destinado a una
civilización emergente debería ser fácil de
descifrar.

La forma más sencilla, barata y rápida de enviar
un mensaje es a través de ondas de radio. Existen muchas
otras como láser,
neutrinos pulsados u ondas moduladas, pero toda
civilización tecnológica debe desarrollar la
capacidad de detectar radiaciones, por lo que necesariamente
deberá descubrir muy pronto las ondas de radio y sus
estupendas propiedades de propagación y baja
absorción. Hemos escuchado el Universo en todas las
frecuencias durante los últimos 40 años. El
proyecto
más célebre en este sentido es el proyecto Seti.
¿Qué resultados ha obtenido? Nada, absolutamente
nada. El Universo, que debiese estar vibrando con cientos de
miles de mensajes de civilizaciones lejanas, se muestra carente
de vida inteligente de la manera más categórica.
¿Cómo es esto posible?

Hay una desconcertante respuesta; Podríamos no
solamente ser los únicos en el Universo, sino que
tambiénဦ los primeros! El surgimiento
de la vida en el universo no pudo ser un evento temprano en la
historia del Universo. ¿Por qué? Pues, porque
primero debían tenerse los elementos químicos
apropiados, los cuales son formados, por nucleosíntesis,
al interior de las estrellas. Debía esperarse primero a
que se formaran las primeras estrellas, quizás 1.000
millones de años después del Bing Bang que
originó el Universo. Luego, a que las estrellas ardieran
en reacciones nucleares de fusión.
Las estrellas masivas tardan en consumirse, en promedio, unos
3.000 millones de años.

 Varias generaciones de estas estrellas tuvieron que
quemarse para comenzar a dispersar nuevos elementos al
vacío interestelar. Después, debía surgir un
sistema estelar
planetario enriquecido en los nuevos elementos. La vida surge en
la Tierra a los 730 millones de años de haber surgido
nuestro Sistema Solar, y sólo 4.600 millones de
años después, la vida adopta, entre otras
múltiples formas de vida, la forma humana.

Tomando en cuenta la edad del universo como 13.000 millones de
años y considerando una historia semejante en
duración a la de la Tierra, una vida unicelular pudo haber
surgido en algún lugar del universo aproximadamente a los
4.730 millones de años a partir de la Gran
Explosión (1.000+3.000+730 millones de años). Esto
es, después de un tiempo igual al 36% de la edad actual
del universo. A partir de aquí, una vida inteligente
habría surgido recién a los 9.330 millones de
años (4.730+4.600). Es decir, después de un tiempo
igual al 72% de la edad del universo, no antes, no más
temprano. No olvide que esto siendo muy optimistas.

Concluimos que el Universo se encuentra en una etapa temprana.
Es decir, el tiempo necesario para permitir la formación
de vida inteligente es muy cercano a la edad misma del Universo.
Esto es una argumento bastante sólido para avalar nuestra
hipótesis de que, no solo es perfectamente
factible, sino que muy probable, que además de estar solos
en el Universo, seamos al mismo tiempo los primeros seres
inteligentes en toda su historia.

Un Asunto de vida o
Muerte

Todas estas conclusiones, nos hacen reflexionar: En un mundo
marcado por la desigualdad, la tortura, el femicidio, la
violación de los derechos humanos,
la caza indiscriminada, el racismo, el
terrorismo y el calentamiento global; la sola comprensión
de estas ideas haría hincapié en el valor
intrínseco incalculable de cada ser viviente de nuestro
planeta. Millones de años de lenta y tortuosa
evolución están al borde de la extinción,
gracias a nuestro negligente y egoísta proceder como
administradores del único planeta donde sabemos existe
vida.

La facilidad con que el hombre desata la crueldad y la
violencia, el
salvajismo con que quita la vida a sus propios congéneres,
contrastan con su pobre conciencia sobre
su verdadero lugar en el Cosmos. Es altamente probable que los
únicos seres con quienes podamos comunicarnos seamos
nosotros mismos, y ni siquiera esto hacemos muy bien. La carrera
armamentista por la hegemonía militar del planeta y el
fundamentalismo político-religioso nos ha acercado
peligrosamente a la autodestrucción. Año tras
año cientos de miles de millones de dólares va a
parar al desarrollo de la maquinaria bélica causante de
miseria y muerte, en
lugar de ser destinados a mejorar el entendimiento y
cooperación entre los pueblos, la erradicación de
la pobreza o
la exploración conjunta del cosmos.  

Por eso, la próxima vez que alguien esté en
desacuerdo contigo, piensa ¿qué importa? ¡No
encontrarás a nadie parecido, ni en cientos de miles de
millones de galaxias!

Bibliografía

Cosmos, Carl Sagan

Enciclopedia Wikipedia,

Pirámides del antiguo Egipto, www.piramides.org/

Planetas Extrasolares www.planetasextrasolares.com

Anexo: Distancia media entre
dos civilizaciones tecnológicas

A partir del volumen estimado
para la Galaxia y del número N de posible de
civilizaciones tecnológicas susceptibles de comunicarse,
se puede deducir la distancia media existente entre dichas
civilizaciones en la Galaxia. En efecto, si llamamos VT al
volumen total de la Galaxia, el volumen disponible que
tendrá cada civilización (VCiv) será:

VCiv=

De la siguiente figura es fácil deducir que la
distancia media entre dos civilizaciones tecnológicas
será entonces d = 2r.

A partir del volumen disponible para cada civilización,
VCiv, se puede calcular r. Como el volumen de una esfera es:

Vesfera=πr3
  r =

En nuestro caso, Vesfera = VCiv. Por tanto:

r = =

Como d = 2r:

d = 2r = =

Si ahora sustituimos en esta expresión el valor del
volumen estimado VT para la Galaxia (VT = 1014 años luz
cúbicos) y el valor  de N=10 civilizaciones capaces
de comunicarse en un momento dado en nuestra galaxia, encontramos
que d ≈ 27.000

Así, si consideramos que existen en la Vía
Láctea 10 civilizaciones tecnológicas y
están repartidas uniformemente, entonces la distancia
media a la civilización tecnológica más
próxima es de unos 27.000 años luz.

 

 

Partes: 1, 2
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